El granado procede de Oriente Próximo, interior de Asia Menor, la Transcaucasia, el Irán y las tierras altas del Turkmenistán. Fue cultivado por griegos y fenicios, los cuales lo introdujeron en Cartago.
Otras conocidas son: Albar, San Felipe o Valenciana, Piñonenca, Cajín, Piñón tierno y Pulpí, existiendo otras de ámbito netamente local.
El cultivo de la granada es poco exigente tanto en la calidad de los suelos como de las aguas, tolerando muy bien los altos índices de salinidad. Esta resistencia a las condiciones adversas ha hecho, que durante los cinco años de sequía sufridos a principios de la década de los noventa, fuera el árbol menos afectado y, además, el que más rápidamente se ha recuperado. Los agricultores, debido a la inseguridad en el agua, han triplicado las plantaciones de granados.
De esta forma, este cultivo que en un principio se limitaba a los huertos familiares para el autoconsumo, se ha convertido en una importante fuente de ingresos para los agricultores.
Las granadas se recolectan en otoño (Septiembre-Noviembre) y tienen una piel muy sensible, lo que obliga a mimar la fruta.